¿Sabes cómo afecta la primavera a las enfermedades de la piel?
El 20 de marzo arranca la primavera, una estación que puede pasar factura a enfermedades de la piel como psoriasis, dermatitis atópica y rosácea, entre otras.
La primavera es una estación bastante complicada para las personas que tienen la piel sensible, especialmente aquellas que tienen psoriasis y dermatitis atópica. Detrás de este empeoramiento generalizado se sitúan algunos factores, como el aumento de las temperaturas, un mayor grado de humedad y la alergia al polen, también conocida como alergia primaveral.
La alergia al polen, de hecho, suele manifestarse también en la piel, con un aumento de los picores y por consiguiente del rascado, causante de que las placas de psoriasis empeoren. También puede producir dermatitis alérgica de contacto, por lo que se recomienda extremar las precauciones en las salidas al exterior, cambiándose de ropa y duchándose al llegar a casa, sobre todo en zonas de alta polinización.
Otro de los peligros de la primavera para nuestra piel están provocados por la exposición a los primeros rayos solares. Es muy importante que la exposición al sol sea progresiva y que utilicemos siempre un factor de protección solar adecuado a nuestro fototipo y a las características de nuestra piel.
Enfermedades de la piel: primavera con psoriasis
Es cierto que las personas con psoriasis experimentan mejoría con la exposición al sol, pero siempre que esta se haga controlando los tiempos de exposición y utilizando la protección solar adecuada.
En primavera, además de al sol y al polen, las personas con psoriasis han de estar alerta ante las picaduras de los mosquitos, que pueden complicar los brotes. Puedes ampliar la información sobre los cuidados de las placas de psoriasis en este artículo de nuestro blog.
Primavera con dermatitis atópica
Como hemos señalado antes, las personas con dermatitis atópica son especialmente vulnerables frente a las repercusiones de la alergia al polen en nuestra piel. En Estos casos, los alérgenos pueden traspasar la barrera cutánea con mayor facilidad provocando brotes y reacciones alérgicas más graves.
Además, la mayor exposición al sol también puede provocar una dermatitis solar, una reacción alérgica de la piel al contacto con los rayos ultravioleta. Este tipo de dermatitis produce enrojecimiento, ampollas o descamación acompañadas de picor, ardor, dolor y, en algunos casos, fiebre, dolor de cabeza y vómitos.